QUIEN SE QUEDA EN CASA CUANDO COMIENZA LA LUCHA Y DEJA QUE OTROS LUCHEN POR SU CAUSA DEBE PRECAVERSE, PUES QUIEN NO HA COMPARTIDO LA LUCHA COMPARTIRÁ LA DERROTA NI SIQUIERA LA LUCHA PUEDE EVITAR QUIEN QUISIERA EVITARLA: PUES LUCHARÁ POR LA CAUSA DEL ENEMIGO QUIEN NO HAYA LUCHADO POR SU PROPIA CAUSA. AUTOR: BERTOLT BRECHT
14 diciembre 2008
05 diciembre 2008
04 diciembre 2008
UNA HISTORIA PARA COMPARTIR
Yo nací en Gualeguaychú, prov. de Entre Rios. Hace 54 años. Tuve una hermosa infancia, sobre todo porque tenía a mis primos, mis abuelos paternos que vivían en la Colonia El Potrero, en el campo. Eso era mágico.
Había días en que el abuelo nos llevaba a todos los gurises a pescar, a un arroyito (que allí abundan) que pasaba por el fondo del campo, detrás de una cantera abandonada.
Ese arroyito tenía muchísima vegetación, árboles, y por supuesto pájaros. El agua que corría era clarísima, transparente y siempre muy fresca. En las orillas encontrábamos huevos de caracoles de un hermoso color rosado.
Todos teníamos nuestra cañita mojarrera, menos el abuelo, que tenía un cordel muy largo envuelto sobre una madera. Él sacaba los bagres y tarariras y también dorados. Nosotros nos dedicábamos a mojarrear, ja ja!!
Luego, caminábamos hacia las casas, con las bolsas de lona llena de pescados y allí, una vez en la casa, mientras jugábamos, la abuela los cocinaba y era una fiesta para todos!!!
Así transcurrió mi primera infancia, junto a mi hermana y mi querido primo Miguelito y sus hermanas y hermanos.
Pero como bien dicen, “la felicidad no dura toda la vida”, por falta de trabajo mis padres se mudaron a Bs. As. y con ellos nosotras.
Fue realmente muy triste y traumático.
Recuerdo nuestra partida. Mis padres en la cabina de la camioneta del tío Julio y mi hermana y yo en la caja, rodeadas de muebles y bártulos. Pero la imagen que se quedó para siempre en mí, es la carrera de Miguelito detrás de la camioneta, y lo recuerdo a través de una cortina de agua, mis lágrimas, mis lágrimas diciéndole adiós con las manos y con el corazón.
Espero que no se hayan sentido demasiado tristes por este relato, sólo quería compartir con ustedes un momento de mi vida, y que esto sirva para recapacitar sobre los desarraigos obligatorios de tanta gente que debe forzosamente dejar sus entrañables lugares por falta de trabajo y futuro.
Había días en que el abuelo nos llevaba a todos los gurises a pescar, a un arroyito (que allí abundan) que pasaba por el fondo del campo, detrás de una cantera abandonada.
Ese arroyito tenía muchísima vegetación, árboles, y por supuesto pájaros. El agua que corría era clarísima, transparente y siempre muy fresca. En las orillas encontrábamos huevos de caracoles de un hermoso color rosado.
Todos teníamos nuestra cañita mojarrera, menos el abuelo, que tenía un cordel muy largo envuelto sobre una madera. Él sacaba los bagres y tarariras y también dorados. Nosotros nos dedicábamos a mojarrear, ja ja!!
Luego, caminábamos hacia las casas, con las bolsas de lona llena de pescados y allí, una vez en la casa, mientras jugábamos, la abuela los cocinaba y era una fiesta para todos!!!
Así transcurrió mi primera infancia, junto a mi hermana y mi querido primo Miguelito y sus hermanas y hermanos.
Pero como bien dicen, “la felicidad no dura toda la vida”, por falta de trabajo mis padres se mudaron a Bs. As. y con ellos nosotras.
Fue realmente muy triste y traumático.
Recuerdo nuestra partida. Mis padres en la cabina de la camioneta del tío Julio y mi hermana y yo en la caja, rodeadas de muebles y bártulos. Pero la imagen que se quedó para siempre en mí, es la carrera de Miguelito detrás de la camioneta, y lo recuerdo a través de una cortina de agua, mis lágrimas, mis lágrimas diciéndole adiós con las manos y con el corazón.
Espero que no se hayan sentido demasiado tristes por este relato, sólo quería compartir con ustedes un momento de mi vida, y que esto sirva para recapacitar sobre los desarraigos obligatorios de tanta gente que debe forzosamente dejar sus entrañables lugares por falta de trabajo y futuro.
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